martes, 24 de junio de 2014

Josefina Concha tiene 23 años, estudia Geología en el campus de Beaucheff de la Universidad de Chile y vive en Ñuñoa. Es estudiosa y tiene buenas notas; le gusta ir a la playa y salir con sus amigos; ahora vive sola, pero ha vivido con novio y amigas; le gusta ver películas antiguas y escuchar discos alternativos. Por esto y muchas cosas, es como cualquier persona de su edad. Pero no lo es. En enero de este año fue diagnosticada con la Enfermedad de Hodgkin, un tipo de cáncer de linfoma maligno.
Josefina le dijo adiós a los estudios, adios a las salidas, adiós a su vida normal, y a su vez, le dio la bienvenida a la quimioterapia. Pero en este proceso, Josefina conoció a una nueva amiga. Una amiga que la empujó a abrazar su nueva situación. Una amiga que le revivió el apetito y que la acompaña en sus tardes de inactividad. Mientras la quimioterapia le da y le quita vida a la vez, la marihuana se ha convertido en su fiel compañera, apaciguando los efectos negativos del agresivo tratamiento.



 
Por los malestares que le genera la quimioterapia, pasa practicamente todo el día y todos los días
en su departamento en Ñuñoa, con excepción de las dos veces al mes que sale para ir a realizarse
el tratamiento.

"Tener un indoor me soluciona la vida, porque es una lata andar comprando a traficantes.
Además es muy poco piola tenerla en el balcón".

 
"No me hago problemas con la ilegalidad del asunto, por que no soy narcotraficante. Además,
no encuentro nada más natural que una plantita y quién iba a pensar que me ayudaría tanto".


"Algunas me las han regalado, otras las he comprado, o las han abondanado y me las he quedado.
Tengo muchas más en la casa de mis papas. Es como una cajita para cada ocasión".

 
Su habilidad para enrolar definitivamente ha mejorado. Se demora menos de un minuto
en todo el proceso: elegir, moler, papel y enrolar. 

 "La práctica hace al maestro".

 "La marihuana en verdad me ha ayudado con muchas cosas. Pero sobretodo, me ha eliminado
las nauseas y me ha abierto el apetito. Hay gente que la usa para el dolor también, pero yo no he
tenido ningún problema con eso. Mis problemas son otros".

 "Me ha ayudado para distraerme. Acá todo el día en mi departamento, en nada, aburre. Pero
me fumo un caño, me veo una película y la disfruto mil veces más. Aparte me dan ganas
de hacer más cosas".

 "Pero por mucho, mi problema era el apetito. Cuando recién empecé la quimio, no podía comer.
Pensaba en almorzar y me daba asco. Pero ahora me fumo un pito, espero un rato
y después puedo comer lo que sea. Y lo siento rico, como antes".

 "Hasta ganas de cocinar me dan". Aprendió todo el proceso para cocinar con la hoja de marihuana
y, a estas alturas, ya se sabe varias recetas de memoria.

 Su favorito de cocinar y comer es el pie de limón de marihuana, que asegura que le queda mejor
que cualquier otra comida. "Los brownies también me quedan mortales".



El viernes 20 de junio Josefina fue a la Clínica Alemana a recibir su tratamiento de quimioterapia,
como siempre, cada quince días. El doctor le realizó un scanner de cuerpo completo para revisar el
avance del tratamiento y ambos se sorprendieron con la respuesta del radiologo: "Acabo de ver tu
scanner y no tiene ninguna alteración".

Josefina Concha está sana y deseosa de continuar su vida.